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China, la oportunidad latente

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Exportar valor agregado, el objetivo.

(Columna de José Rousseaux, economista y director de CBN TRADE, consultora especializada en negocios con foco en China / Twitter: @PP_Rousseaux)

El oficialmente denominado III Plenario del Comité Central del 18vo. Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) esbozó una serie de importantes cambios en materia económica para los próximos años, previendo una mayor participación del sector privado en desmedro de la desactivación de importantes monopolios estatales en sectores estratégicos tales como el de energía y las telecomunicaciones.

Fiel a su estilo, lento pero a paso firme, el Gobierno buscará la manera de posicionar su moneda para extender su circulación más allá de su frontera. El yuan se vislumbra como una de las principales y más estables reservas de valor, y que paulatinamente sigue apreciándose respecto a las principales monedas. Las conclusiones del plenario no sorprenden si se analizan desde un principio los paulatinos pequeños avances que se vienen lle vando a cabo desde la reforma iniciada por Deng Xiaoping allá por diciembre de 1978 cuando, en sus inicios, se permitió en una primera etapa la creación de emprendimientos privados, se eli minó el control de precios y se reemplazó la colectivización de la agricultura por un sistema de responsabilidad familiar por parcela.

Sin embargo, desde entonces, la planificación por parte del Estado no fue menos rigurosa y hasta el día de hoy empresas “clave” como las productoras de alimentos, energía y gran parte de la banca permanecen en manos del Estado.

De acuerdo a previsiones realizadas por la reputada consultora PricewaterhouseCoopers (PwC) en el año 2017 China se convertirá en la principal economía del planeta, representando el 19 % del PIB mundial y se estima que paulatinamente incrementará su posición dominante hasta representar el 30% del PIB mundial hacia el año 2050. En este marco, la evolución de sus importaciones no se queda atrás. Para citar dos ejemplos impactantes: las importaciones chinas de vinos crecieron de US$ 138 millones en 2006 a US$ 1.184 millones en 2012 (Aduanas Chinas / Word Trade Atlas) y las de la leche en polvo pasaron de 320.000 toneladas en 2011 a 420.000 toneladas en 2012, previéndose que alcanzarán este año las 480.000 toneladas, es decir, un incremento del 50 % en sólo dos años.

En la medida en que la estabilidad macroeconómica argentina lo permita, cada vez quedan menos dudas respecto a la oportunidad latente para el país ante este escenario.

El desafío

En las últimas décadas, el comercio bilateral entre la Argentina y China, medido como la suma de las exportaciones hacia aquel país y las importaciones con origen chino medido a precios corrientes, pasó de US$ 272 millones en 1990 a US$ 15.120 millones en 2012. Es decir, se multiplicó por 55, lo que implicó una tasa de crecimiento promedio anual del 20%.

Sin embargo, si se tiene en cuenta que las exportaciones argentinas hacia China siguen concentradas en productos primarios (principalmente porotos de soja, aceites crudos de petróleo y aceite de soja en bruto), el intercambio no parece ser del todo ventajoso para los intereses de la Argentina o, al menos, da la impresión que se podría potenciar mucho más en la medida en que se incorporen nuevos productos con mayor valor agregado a la lista de productos exportables.

Un mercado fenomenal

Las reformas chinas mencionadas procuraron desde la década del ’80 en adelante –época en que la población urbana representaba solamente el 20% de la población total– migraciones hacia las ciudades linderas a los principales puertos de exportación. Hoy en día la población urbana supera a la rural y el desafío del Gobierno consiste en que en el año 2030 vivan en megaciudades alrededor de 1.000 millones de personas. Lo cierto es que quienes viven en zonas rurales lo hacen en condiciones de subsistencia, calculándose que alrededor de 250 millones migrarían temporalmente a las ciudades para poder dar sustento básico a sus familias y, en algunos casos, que sea viable generar ahorros para luego de cuatro o cinco años regresar a las zonas rurales a construir o mejorar sus viviendas originarias. Según estimaciones del Gobierno chino, la expansión urbana y el crecimiento del consumo permitirán que la clase media esté conformada por alrededor de 600 millones de personas en el año 2020.

Quienes viven en las ciudades son en su mayoría jóvenes, en muchos casos deseosos de conocer otras culturas. Sorprende ver adolescentes mujeres que piden para su regalo de quince años ser operadas para que sus ojos luzcan occidentales; conversar con proveedores que te cuentan que vieron por televisión algún partido del fútbol argentino y enterarse de que algún jugador del seleccionado esté jugando en algún equipo español o italiano.

China se encuentra lejos de convertirse en un país desarrollado con igualdad de oportunidades y difícilmente su producción pueda seguir creciendo a un ritmo tan acelerado como lo viene haciendo hasta ahora debido a razones ecológicas: riesgos ambientales, polución, acceso a agua corriente y materias primas. La secuencia de la evolución del ingreso per capita según datos del Banco Mundial (US$ a precios actuales) fue de 750 (1997), 1.041 (2002), 2.480 (2007), 5.680 (2012), y sigue hasta el día de hoy sorprendiendo.

En relación a la geografía, no ha habido otro ejemplo en la historia de la humanidad y difícilmente se repita otro proceso de urbanización en el cual en un lapso de tan sólo medio siglo, ochocientos millones de personas pasen de vivir en el campo a hacerlo en la ciudad. Los números impactan, la vorágine del cambio nos impide tomar conciencia y comprender este fenómeno. La complementariedad que existe entre nuestra economía y la china resulta obvia y el desafío está ya planteado. Como siempre ocurre cuando aparece una buena oportunidad, una larga lista de candidatos se suma para competir por un mismo espacio.

Tendremos que, primero, tomar conciencia de esta oportunidad para luego empezar a delinear una estrategia, y a trabajar para que la oportunidad se materialice en negocios reales y mayores fuentes de trabajo.

Fuente: El Economista

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